El Belén en España, durante el siglo XIX y las primeras décadas del XX, fue un verdadero reflejo de nuestro pueblo y de sus costumbres, puesto que los pastores de barro vestían igual que nuestros antepasados, realizaban las mismas faenas domésticas y desempeñaban idénticos oficios. Gracias a este anacronismo, que hoy reviste un interés etnográfico de primer nivel, el Nacimiento no era algo frío y distante en el tiempo y en el espacio, sino que, al hacer tan próximo el relato, las familias se identificaban plenamente con lo representado, ya que se reflejaba su sistema de vida y su relación con el entorno, todo ello con sus atuendos y sus enseres.