Por Emilio Ruiz Trueba
Bibliotecario del Museo Etnográfico de Castilla y León
Apenas recordamos ya aquellos años en que únicamente había dos canales en la televisión: la primera y la segunda, bien fácil de aclararse.
No fue hasta finales de los años ochenta cuando surgieron las cadenas privadas con Antena 3 y Tele5 abriendo camino y transformando la historia de la televisión en España, no solo en cuanto a contenidos si no en los modos y maneras de ver la tele.
Hasta la aparición de las privadas, ver televisión era casi un rito familiar que marcaba el horario del día, especialmente en fin de semana. Así, tras el ‘telediario de las tres’, los sábados y domingos tocaban los dibujos animados: “Ruy, Pequeño Cid”, “Heidi”, “La abeja Maya” o “David, el gnomo”…
Tras los dibus, venía la película, española, oscilando entre el blanco y negro y el incipiente color, en función del aparato de televisor que hubiera en casa. Habiendo una sola tele no quedaba otra que ver lo que echaran y así, por la memoria de muchos de los que por aquel entonces eran niños y hoy rondan los cuarenta o cincuenta años permanecen en el recuerdo, imborrables, nombres como los de Sara Montiel, Gracita Morales, Paco Martínez Soria, López Vázquez, Alfredo Landa, Marisol, Paco Rabal, Carmen Sevilla, Fernando Fernán Gómez o Mary Santpere, por poner unos pocos ejemplos.
En nuestra cabeza asoma un cine que hoy seguramente no encontraría sitio en las parrillas televisivas, pero que para varias generaciones fueron un primer acercamiento al séptimo arte: “Cateto a babor”, “Recluta con niño”, “Como está el servicio”, “Sor Citroen” o “La ciudad no es para mí” siempre logran sacarnos una sonrisa cuando por lo que sea nos salta un recuerdo. En realidad, se trataba de un cine de entretenimiento con magníficos actores y actrices, ya que si hacemos memoria, muchos de estos intérpretes tienen en su filmografía auténticas obras de arte del cine.
En estos días extraños1 los recuerdos familiares afloran con más frecuencia y muchos daríamos lo que fuera por poder estar sentados junto a nuestros padres intentando hacerles ver que ya teníamos edad para ver una peli de dos rombos, pero ahora lo que nos toca es esperar y ver que aguantan, cabezones, como “Don erre que erre”…
Por cierto, ¿os acordáis de Encarna y las empanadillas de Móstoles?