Por Pedro Javier Cruz Sánchez
Arqueología y Patrimonio Cultural
Universidade de Trás-os-Montes e Alto Douro (UTAD)
Centro de Estudos Trasdisciplinares para o Desenvolvimento (CETRAD)
EN EL DICCIONARIO DE AUTORIDADES de 1732 se define la acepción “novena” como “espacio o término de nueve días que se dedican a la devoción y culto de algún santo, para alcanzar alguna gracia o favor por su intercesión, o para su celebridad”. La definición de la Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo Americana, en su edición de 1919 completa, por su parte, a la anterior: “Colección de preces y alabanzas que se repiten por espacio de nueve días (tal vez en memoria de los nueve coros evangélicos) en honor de Dios Nuestro Señor o de algún santo, y para implorar su protección o la impetración de alguna gracia; muy frecuentemente estas devociones están indulgenciadas por el Sumo Pontífice o los obispos”.
Bajo el enunciado de novena encontramos tres elementos básicos: 1. Repetición de los rezos a lo largo de nueve días (triduos, quinquenarios, septenarios o duodenarios harían lo mismo en el transcurso de tres, cinco, siete y diez respectivamente); 2. Estas preces lo son en honor de la Virgen, Jesucristo o, más frecuentemente, algún santo y 3. Su fin es el de pedir protección o conceder alguna gracia. Bajo la denominación de libros devocionales englobamos todos aquellos papeles (novenas, triduos, quinarios, septenarios…, así como visitas domiciliarias, oraciones o ejercicios), que forman parte de una serie de prácticas religiosas propuestas por la iglesia, cuya realización se repite durante un número determinado de días y con los que se persigue la consecución de diversos fines tales como preparar el corazón de los fieles para celebrar en las mejores condiciones una fiesta importante o fomentar la adoración y la impetración del santo en cuestión. Se dedican por lo común a Jesucristo, a María en algunas de sus advocaciones o bien a alguno de la larga lista de santos existente; en este caso último para que mediante su intercesión Dios concediese algún favor especial. Se suelen practicar por parte de los fieles reunidos en comunidad (en la Eucaristía o después de ella), aunque también se practicaban con mucha frecuencia en la intimidad (visitas domiciliarias) delante de las capillas portátiles o estampas, sobre todo con la intención de alcanzar alguna gracia particular.
La vertiente material de las novenas, triduos, septenarios, visitas domiciliarias, etc. muestran una serie de características más o menos homogéneas en todos ellos, como corresponde al macrogénero literario al que pertenecen (literatura de colportage, en palabras de Botrel). Nos encontramos ante librillos de pequeño tamaño, en octava las más de las veces, de entre 20 y 60 páginas todas ellas impresas en papel de escasa calidad, hecho que permitió tiradas relativamente altas a bajo coste. Salvo algunas novenas que supusieron un mayor esfuerzo editorial, la mayor parte de ellas de finales del siglo XVIII que aparecen a veces acompañadas de calcografías firmada por alguno de los maestros grabadores más famosos del momento y por tanto destinados a un público con mayor capacidad adquisitiva, estos librillos se destinaron principalmente a los estratos más populares de la sociedad. La estructura de una novena es muy sencilla y, como ocurre en casi todos los librillos que se distribuyeron por ese humilde mercado de papeles devotos, encontramos las siguientes partes: portada seguida en hoja fuera de texto de una imagen xilográfica del santo o virgen a la que se dedica la novena; una breve noticia de la invención de la imagen a la que sigue el modo de hacer la novena y un acto de contrición. Posteriormente las pertinentes oraciones para los nueves días y, como colofón, los preceptivos gozos al santo impetrado.
A lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII las devociones populares fueron muy variadas, existiendo una notable acumulación de devociones tanto a Cristo, a los santos y, sobre todo, a María fundamentadas muchas de ellas en la puesta en escena de nuevas prácticas piadosas promovidas desde el Concilio de Trento. En el análisis de las novenas se pueden contrastar, no obstante, la existencia de una religiosidad oficial que convive en la mayor parte de los casos con otras prácticas religiosas populares que muchas de las veces toman elementos de ciertos ritos paganos ancestrales. Es así como en ciertas novenas se incluye por ejemplo la manera de llevar a cabo rogativas y no precisamente en fecha antigua. La auténtica explosión de este tipo de literatura popular acaece sobre todo desde mediados del siglo XIX y continúa hasta mediados del siglo siguiente; es cuando encontramos, parejo a la generalización de las imprentas en todos los núcleos de población más o menos importantes, el mayor número de novenas y libros piadosos. Si en los siglos XVII y XVIII encontramos novenas dedicadas al santo patrón de cada localidad, a los santos sanadores –santos terapeutas en palabras de Christian-, a Jesucristo o a la Virgen, en los siglos XIX y XX las devociones literalmente se multiplican; nos encontramos en los siglos de las devociones locales, a determinados santos que se encuentran en tal o cual ermita o capilla pero también de las devociones de nuevos mártires y de nuevos santos canonizados por la iglesia tales como, por ejemplo, Santa Gema de Gálgani, el Niño de Praga, San Miguel de los Santos, al obispo Valentín Berrio-Ochoa, Pedro Canisio o a la beata Beatriz de Silva, entre otros muchos, a veces introducidos por algunas pujantes órdenes religiosas o promovidas, por la Venerable Orden Tercera la cual tuvo una amplia aceptación en muchas comarcas de Castilla.
Se constatan a la vez una serie de devociones que en su momento se pusieron literalmente de “moda” entre los fieles, llegando a contar incluso con áreas de influencia que exceden sobradamente lo local, tal y como ocurre con el Cristo de Limpias de Santander cuya devoción fue muy popular en tierras vallisoletanas o salmantinas, donde se editaron algunas novenas su honor. Otros cultos, de carácter principalmente urbano, llegaron a contar incluso con imprenta propia caso de la Virgen del Perpetuo Socorro que inundó de novenas y estampas las librerías de la Península. Al hilo del tercer centenario de la beatificación de Santa Teresa de Jesús en 1914 se editaron en multitud de imprentas tanto nacionales como extranjeras las pertinentes vidas de La Santa, estampas, fotografías o novenas. Hasta tal punto existía un comercio pujante de novenas y obras pías que la conocida editorial Calleja sacó a la venta hasta cuatro series distintas de novenas, acogidas todas ellas bajo el título de Devociones Escogidas de las que las primeras salieron a la luz en 1898. Intervino en el esplendor de este tipo de literatura la existencia tanto de imprentas especializadas en éstas tal -las vallisoletanas de Cuesta o de Andrés Martín son buen ejemplo-, como la generalización de imprentas religiosas que se especializaron en objetos y libros de culto.