La siega de la hierba
Melodías menos «oficiales», de todo tiempo y lugar, andaban también de boca en boca entre las cuadrillas de segadores, y si consideramos la existencia de temporeros gallegos que durante varios meses navegaban por media Castilla, a son de gaitas de fole y muñeiras, que se echaban al surco, dejando letras y tonadas en la tradición oral local. Las tierras más austeras, con menor producción cerealista o con poblaciones más empobrecidas aprovechaban esta temporada para alimentar la bolsa de su escueta economía a golpe de hoz en otras tierras. Portugueses y andaluces acudieron también, hasta la generalización de las máquinas gavilladoras y cosechadoras mecánicas, a las senaras de buena parte de las tierras castellanas, mientras que los parameses de León segaban los Campos de Sahagún y Palencia y la vega saldañesa, las cuadrillas de serranos segovianos realizaban su trabajo en toda esta provincia y los ancareses en el Bierzo.
La imagen del segador gallego se ha fijado en la memoria popular fuertemente, en una forzada visión denostada desde siglos pasados, como personaje tontorrón y zoquete. La tradición oral los recuerda constantemente así representados en múltiples chistes, romances, canciones, villancicos, cuentos o expresiones coloquiales diarias:
-¿Que hace aquí, majo?
-Pues nada, la del gallego, tostar pan y tirar pedos.